Una última vez

The Day of the Dead

La emoción por la revelación es tan grande, que muy pocas personas ven cómo el viejo rostro de Carlos se agrieta como una piedra quebradiza y una lágrima brota de sus ojos. La gran estatua de papel maché es realmente preciosa. El gran esqueleto colorido sonríe a las personas reunidas, casi como si estuviera a punto de saltar y unirse a la animada masa de gente.

Carlos, de 82 años, está sentado en un banco con lágrimas en los ojos. Ha creado innumerables esqueletos como el que tiene delante, incluso supervisó su construcción. Estos esqueletos son un homenaje al Día de Muertos, una tradición muy apreciada. Sin embargo, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que diseñó uno. La soledad se ha instalado en su vida y la mayoría de amigos y familiares se han ido. Sus hijos han emigrado a ciudades más grandes en busca de empleo y el año pasado perdió a su esposa, María, quedándose aún más solo.

Los primeros meses después de la muerte de su esposa fueron muy duros. Especialmente después de que terminase el funeral y sus hijos regresaran a la ciudad; en ese momento se dio cuenta de lo vacía que estaba realmente la casa. ¡Qué altas y huecas parecían las habitaciones! ¡Y cuánto había cambiado el pueblo en comparación con cuando él era un niño! Cuando se mudaron a la casa de al lado nuevos vecinos, que solía pertenecer a su mejor amigo, sintió un lento pánico, como si todo estuviera cambiando más rápido de lo deseado.

Pero estaba equivocado. Los nuevos vecinos eran amables y abiertos, y los niños incluso le ayudaban a cargar sus bolsas de la compra de vez en cuando. Llegaron incluso a invitarle a sus ocasionales noches de barbacoa y él acudía, aunque sólo fuera para escuchar el murmullo de las voces. Le costó admitirlo, pero en realidad no eran tan malos.

Pudo parecer una simple coincidencia que cuando el otoño estaba a la vuelta de la esquina, los niños encontraran su antiguo taller con todos los esqueletos de papel maché de años pasados. Durante dos semanas no le dejaron en paz hasta que accedió a construir otro esqueleto para el próximo Día de Muertos. Al principio se sintió molesto al darse cuenta de que ya no tenía fuerzas para construirlo por sí solo, pero los niños del vecindario estaban tan emocionados que no pudo evitar aceptar su ayuda. Juntos trabajaron en el esqueleto durante largo tiempo hasta que finalmente lo terminaron.

Carlos mira el enorme esqueleto sonriente y recuerda haber pensado que nunca más podría construir algo como esto. Ve el brillo dorado en los rostros de sus vecinos; el brillo de emoción en los ojos de los niños, les oye reír y cantar. Piensa en su esposa María y por primera vez en mucho tiempo se siente en paz.