El mundo alberga muchos fenómenos que los humanos se esfuerzan por comprender. La mayoría de los cuales permanecen misteriosos e incomprensibles para el entendimiento humano. Mucha gente acepta que es así, perfectamente satisfechos en su propio pequeño mundo, aceptando lo que conocen como hechos y lo que desconocen como milagros.

Salvo unos pocos, que ansían saber más.

Dentro de sus sofocantes habitaciones, repletas de libros y herramientas de dudosa utilidad, sin luz diurna, experimentan con sustancias peligrosas, juegan con fuego, tratan de convertir el acero en oro e incluso intentan hacerse inmortales.

Sin embargo, el arte de la creación por medios alquímicos no es un asunto trivial y, aunque los inteligentes y sabios deberían saber que uno se quema si se atreve a acercarse demasiado al sol, no pueden resistirse.

Son adictos al subidón bruto de adquirir conocimientos, esclavos del pozo sin fin en sus estómagos creado a través del mayor fenómeno de todos: la curiosidad. Un día, y lo saben, esta será su perdición. Pero hasta ese día no dejarán de intentar saciar esa hambre.

Si eres de los que anhelan el conocimiento, incapaz de resistirte a la fruta prohibida, no dudes en entrar en el Laboratorio Elemental. Aprovecha la energía de los elementos, adquiere el poder de crear bosques y océanos, desiertos y montañas, y forma un mundo sobrecogedor con un par de chasquidos de dedos y pura genialidad.