La Batalla contra el Jinete sin Cabeza

Crypt of the Headless Horseman

Oscura era la noche, pero más oscuros aún eran los pensamientos del exorcista mientras conducía a su pequeño grupo de aventureros a través del bosque.

Sobre sus cabezas, los viejos árboles agitaban sus ramas con la brisa de medianoche, permitiendo que sólo los rayos de luz de la luna alcanzaran el estrecho sendero. Las lámparas que los aldeanos habían traído consigo eran, en el mejor de los casos, mediocres y sólo servían para hacer que la oscuridad pareciera aún más tenebrosa. Su grupo era pequeño y sólo lo formaban el exorcista, un grupo de aldeanos cuidadosamente seleccionados que llevaban la carga especial y sus dos compañeros. Uno de sus dos compañeros era el cazador local, un hombre corpulento y musculoso con un sombrero extraordinario y una ballesta. No hablaba mucho, pero parecía muy preocupado por el destino de la gente de su aldea, así que el exorcista decidió confiar en él. Sin embargo, la confianza no era exactamente el sentimiento que albergaba hacia su otra compañera. Tanto el alivio como la preocupación se mezclaron en su mente cuando lanzó una mirada de reojo a la bruja. Estaba vestida con una bata negra y su sombrero puntiagudo casi le cubría la cara por completo. La congregación de brujas la había enviado en su ayuda, un acto tan inédito y sorprendente que el exorcista simplemente aceptó la oferta. Para ser justos, incluso con todos sus preparativos, no estaba seguro de si serían capaces de derrotar al antiguo mal que invadía a los aldeanos.

Cada año, en octubre, un monstruo aparecía desde el interior de la cripta del bosque y sembraba el caos por toda la tierra. La gente desaparecía, las granjas eran destruidas y todas las cabezas de calabaza del pueblo aparecían destrozadas. Después de una larga preparación e investigación, el exorcista descubrió que este monstruo debía ser el jinete sin cabeza, una criatura descrita en viejas historias. Un criminal y hechicero que había realizado un temible ritual sobre sí mismo intentando alcanzar la inmortalidad. Pero algo debió salir mal, convirtiéndole en una criatura viviente llena de furia incontrolada. Hoy, después de muchos siglos de terror, su reinado debía terminar. El exorcista estaba decidido a liderar a este pequeño grupo de valientes aventureros hasta la cripta en medio del bosque y enfrentarse al jinete sin cabeza. Llevaban consigo objetos especiales que les permitirían causar un daño significativo al monstruo. Le llevó bastante tiempo, pero después de largos meses de búsqueda, el exorcista pudo localizar la cabeza y el cadáver del jinete. Estaba seguro de que resultarían cruciales en la próxima pelea.

Un repentino aullido rompió el silencio de la noche y arrancó al exorcista de sus pensamientos. Habían llegado a una abertura en el bosque, un gran campo vacío con lápidas desgastadas por el tiempo. Y en el medio se alzaba la gran entrada a una cripta, vieja y blanca como huesos bajo la luna llena. Con cuidado y sigilo, comenzaron a preparar sus armas, cuando de repente el aullido volvió a atravesar la noche. Todos miraron hacia arriba y con un grito, el último de los aldeanos huyó, dejando atrás la cabeza y el cadáver del jinete sin cabeza. En la puerta de la cripta aguardaba el jinete.

La luz de la luna brillaba intensamente sobre el caballero, haciendo resplandecer su imponente armadura negra y revelando la incuestionable realidad de su cabeza perdida. Estaba sentado sobre un caballo negro tizón y con los ojos ardiendo como carbones rojos. Por tercera vez se escuchó el aullido, saliendo del agujero donde debería haber estado el cuello del jinete.

La batalla estaba a punto de comenzar.